Juventud Misionera Capital y Pilar: “No puedo dejar de pensar en lo bien y feliz que me hace que personas se junten en nombre de Dios”

Desde el Miércoles Santo hasta el Domingo de Resurrección más de 300 misioneros dejaron sus casas para ir a misionar en 10 comunidades distintas. Compartimos el testimonio de dos jóvenes.

Entre los misioneros había de secundaria, universitarios, profesionistas y matrimonios que acompañaron a los chicos de las distintas comunidades. Siempre es una enorme alegría poder compartir la fe con otros y llevar el mensaje del amor de Cristo a quienes están alejados de Él. Esta ocasión no fue la excepción y los misioneros regresaron contagiados de la felicidad que está reservada para quienes se entregan a los demás.

Aquí compartimos el testimonio de dos jóvenes que quisieron mantener bajo reserva sus nombres.

“Realmente no me canso de misionar porque cada vez que voy aprendo y tengo nuevas experiencias”
En esta misión me llevo risas compartidas, nuevas amistades, amistades forjadas con Jesús en medio, aprendizaje, una mejor y mayor fe, y mucho más. Realmente no me canso de misionar porque cada vez que voy aprendo y tengo experiencias nuevas, Jesús siempre va a tener algo nuevo que mostrarnos y algo nuevo por lo cual seguir en su camino de la verdad y la vida. No puedo poner en palabras lo que fue la misión porque no hay. Es inexplicable con la felicidad con las que me voy. No puedo dejar de pensar en lo bien y feliz que me hace que personas se junten en nombre de Dios y que todos seamos testigos de su verdadero amor porque es inmenso. Es difícil poner en palabras el gigantesco sacrificio que Él hizo por cada uno de nosotros y a veces no nos damos cuenta, pero cuando sí lo haces, es ahí donde realmente decís que Jesús vale la pena.

“Me perdonó y me dio una nueva oportunidad”
En esta misión, ¡y no me canso de decirlo! me sentí instrumento de Jesús. “Este es mi cuerpo que se entrega por ustedes” ( Lc 22,19) esa entrega, ese sufrimiento de cuerpo literalmente dándolo todo por mí y cada uno de nosotros, me salvó de vuelta. Me perdonó y me dio una nueva oportunidad, pero sobre todo me enseñó también a entregarme por Él.

Es difícil comparar y ponernos a la altura del gran gesto de entrega que Jesús hace por nosotros, pero Él no nos pide morir en una cruz igual que Él; ¡no nos pide eso! sino que nos entreguemos: que nuestro mismo cuerpo se entrega por Él y así Él pueda obrar sobre nosotros. ¡No hay amor más grande que dar la vida por los amigos! Jesús es nuestro amigo, pero no nos pide literalmente que demos la vida, sino que se la demos a Él, para que Él la renueve y así poder ser testigos de su amor.